De vez en cuando en la vida te tropiezas con algo realmente increíble. La Majestic de 1929 bien pudiera ser una de esas situaciones. Cuando la ves, tienes la impresión de encontrarte más ante un coche de dos ruedas que ante una moto. Lo que sí que está claro, es que esta motocicleta es un deslumbrante ejemplo del estilo Art-Decó, merecedora por derecho propio de un post en esta serie.
La Majestic fue la creación de Georges Roy, un ingeniero francés que a principios de 1920 empezó a experimentar con alternativas al cuadro tubular tradicional para motocicletas. Roy consideraba el bastidor tubular inadecuado para una motocicleta a causa de su tendencia a flexionar y la susceptibilidad a la rotura provocada por la vibración. Su solución fue un chasis de chapa de acero ‘monocasco’ (solución utilizada muchas décadas después en los automóviles, pero jamás usada hasta entonces en motos) que superó estos inconvenientes y, al mismo tiempo proporcionó una gran protección al motor contra la suciedad y la intemperie.
La Majestic aspiraba a ser una máquina rutera: grande, cómoda y con estilo. Esta máquina es una brillante escultura Art Deco, con una línea ininterrumpida desde el pico curvado de la rueda delantera hasta el guardabarros trasero de estilo deportivo.
El resultado fue un torpedo aerodinámico que incorpora la estética Art Deco tan en boga en aquellos días, con la entradas de aire abiertas a los lados con branquias haciendo parecer un poco a la Majestic como un tiburón peregrino de dos ruedas.
Georges Roy solicitó una patente para su «nueva motocicleta» en diciembre de 1926, y aunque fue un fracaso comercial, no le impidió desarrollar el diseño aún más de tal manera que la Majestic presentada en el Show de París de 1929 contaba con esa extraordinaria dirección de cubo central, independiente de los anclajes de la suspensión, que era de tipo pilar deslizante. De hecho, la moto no cuenta con horquilla, moviéndose la rueda de manera independiente a la suspensión.
Hay que tener en cuenta que el interior del cubo es bastante complicado, ya que debe incorporar grandes rodamientos, el mecanismo de dirección de giro y el freno delantero. Esta solución la adoptaron algunas otras motos de la época, como la Ner-A-Car y la OEC Duplex, aunque pronto se dejó de usar a favor de la horquilla tradicional. No ha sido hasta 7 décadas después que se han empezado a comercializar sistemas de dirección similares y fiables (por ejemplo las Bimota Tesi).
Fijándonos en los detalles, destaca el casco, donde los paneles laterales son interrumpidos por las branquias como en un coche de carreras, con la función de refrigerar el motor. A pesar de la gran cantidad de chapa que lleva, el peso de la moto es bastante equilibrado, alrededor de 175 kgs.
El chasis está construido utilizando dos chapas prensadas simétricas, unidas entre sí por remaches de seguridad en la parte delantera y la parte trasera del motor, y con paneles de refuerzo adicional debajo del motor, además de los dos paneles superiores grandes, fijos. Toda la estructura, al igual que un coche monocasco, es extremadamente rígido.
La cubierta del motor central es desmontable para un fácil acceso al mismo. Dentro encontramos un gran vano con mucho espacio, lo que permitía montar diferentes motores sin tener que modificar la estructura de la moto, o incluso un radiador para una posible refrigeración por agua.
Si bien es cierto que esta motocicleta fué revolucionaria en muchos aspectos, nunca tuvo una aceptación comercial que permitiera su viabilidad, de tal manera que sólo nos han llegado unas pocas hasta hoy y no más de una docena que estén en orden de marcha y adecuadamente restauradas.
Hace unos años esta moto estuvo en la exposición itinerante «El arte de la Motocicleta» en el Museo Guggenheim de Bilbao. Hoy, las pocas unidades que quedan en perfecto estado están repartidas y codiciosamente guardadas por los mejores museos del mundo.
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